Reunidos en una iglesia cristiana, unas 35 personas compartían rasgos físicos similares. Algunas más altas que otras, pero todas con una misma mirada de esperanza. Se trataba de la familia de Nicolás Sierra Espitia, quien salió de su casa a los 14 años y, a los 26, su familia perdió todo rastro de él.
Con los años, la familia creció: sus doce hermanos y hermanas formaron sus propios hogares, pero siempre, a cada nuevo integrante, le contaban que antes de que llegaran al mundo existió un niño muy divertido, que se ponía a llorar y declaraba una huelga de hambre si su padre no le daba el último bocado de su comida. Todos recordaban a Nicolás con cariño y muchas anécdotas durante la ceremonia de entrega digna que desarrolló la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, en el municipio de Nuevo Belén de Bajirá, en el Chocó.
“En el último momento en que vi a mi hermano, me acuerdo que llegó una mañana. Pasó todo el día con nosotros. Él se fue con la esperanza de volvernos a ver. Pues, hasta esta altura, nunca más volví a ver a Nicolás. Pero recuerdo perfectamente su rostro. Y no es solamente recordar su rostro, sino que también en mi corazón guardo un espacio para él”, manifiesta Carlos Sierra Espitia, hermano de Nicolás.
A unos veinte minutos de allí, en la comunidad de paz Las Camelias, municipio de Carmen del Darién, la familia de Nancy Luz Álvarez Gómez recordaba a la niña que, a los doce años, fue alejada de su hogar. Aunque en ocasiones ella enviaba fotos que mostraban su paso de niña a mujer, dejaron de tener noticias suyas cuando, al igual que Nicolás, tenía 26 años. Estos recuerdos se compartían durante la noche de velación del cuerpo de Nancy, pues su familia solicitó a la UBPD despedirla dignamente de acuerdo con sus creencias religiosas: una velación acompañada de una misa católica junto a toda su comunidad.
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